viernes, 19 de agosto de 2011

La Felicidad del Malvado


Silencio inhabitado en las caras de un roído cuadrado. El hombre veía como la sonrisa humeante de su ser inconcluso, era poblado por duendes que trepaban entre los árboles de su miedo, por ratas muertas que acariciaban tiernamente su oscura cabellera. A lo lejos alguien cantaba una herida melodía, rompiendo con la longitud de las almas atrapadas en un indecoroso espejo.

Todo era una inútil percepción de lo vacío. El cuerpo bañado por gotas de semen ahogaban las cenizas de su conciencia. La piel de sus palabras, humedecidas por los temblores incipientes de un magma existencial. Y de pronto el recuerdo de su madre, cayendo en el vacío de lo vulgar, de una muchacha de piedra que lloraba sangre en el Olimpo de sus traiciones.

Aquella tarde comprendí, que no era Yo el que sonreía a través del espejo, sino que era la Felicidad del Malvado escondido en el llanto fúnebre de una gata en celo.


Joe Guzmán ...

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